“Las emociones son como las notas musicales de la vida, podemos crear con ellas una pieza armónica, agradable, o algo que ni siquiera nosotros mismos queramos escuchar”
Como en casi todo lo que hacemos, el éxito en el manejo de las emociones, nace de construir hábitos sostenibles. Del tiempo que invertimos en crear un contexto personal que promueva el bienestar integral, de la orquestación que le damos a la pieza musical que es la vida. Es por eso que las técnicas enfocadas en resolver una situación momentánea que nos ha producido gran incomodidad no sirven para convertirnos en gestores efectivos de las emociones a largo plazo.
Con el concepto de “orquestar” hacemos alusión a preparar, organizar, dirigir, instrumentar… algo con anterioridad para que pueda ser interpretado, realizado, ejecutado posteriormente. Pensemos en los atletas y artistas que toman meses de práctica y preparación para un juego o una función. Entonces, orquestar las emociones nos sirve para responder asertivamente, especialmente ante las situaciones en las que, la gestión emocional puede generar conflictos.
Visto desde su implicación en las relaciones humanas en la vida diaria, y sin entrar en detalles científicos, las emociones son una valiosa fuente de información. Son el resultado de la interacción de nuestros conceptos preconcebidos sobre cómo deben ser las cosas y lo que ocurre en nuestra realidad. Si nuestro concepto coincide con lo que sucede, se generan emociones que producen placer, como la alegría, que nace del amor, de lo contrario, se generan emociones que producen incomodidad, como la ira que nace del miedo.
Si el maestro reconoce la diferencia que puede hacer, en el proceso de aprendizaje, la asertiva o inefectiva gestión de los procesos emocionales, comprenderá la importancia de convertirse en un gestor efectivo de las mismas. Ya se ha demostrado que sin emoción no hay aprendizaje. y no se trata de emociones placenteras o incomodas, porque todas son parte de la experiencia humana. Lo que hará la diferencia, es la forma en la que se gestionan.
Ahora bien, ¿Cómo crear un espacio que permita a los alumnos orquestar sus emociones cuando no se ha logrado para uno mismo?
Cada maestro tiene la responsabilidad de aprender a manejar su proceso emocional en 3 niveles:
1- Las emociones propias,
2- Las del grupo,
3-Las de cada niño.
Esto supone equiparse con ciertas habilidades que van, desde comunicación afectiva y efectiva, hasta la capacidad de tomar decisiones asertivamente. Destrezas que deben sostenerse sobre práctica diaria para promover el desarrollo personal de cada maestro/a y el de los beneficiarios de la acción docente, los estudiantes.
Lo que se propone a continuación son recomendaciones que servirán para promover la gestión emocional, partiendo de la prevención de estados de crisis descontrolados, o exacerbados; enfocando la atención en aquello que genera bienestar. viéndolo de otro modo, imaginemos que nuestro sistema emocional funciona como una cuenta bancaria, mientras más guardamos en ella experiencias de bienestar, en el momento en el que se presentan situaciones de desborde emocional, lo que tenemos en la cuenta son los recursos que podemos usar para gestionarlo; a mayor cantidad de bienestar acumulado mejor gestión emocional.
Las personas pierden la perspectiva de lo que les sucede porque llevan mucho tiempo sin experimentar conscientemente sus emociones. Es similar a la analogía que hace la Dra. Virginia Satir cuando nos pone el ejemplo de la olla de presión. Cuando vivimos situaciones de alta tensión o presión lo que sale de nosotros es lo que hemos puesto en la olla con anterioridad, nuestra reacción tiene poco que ver con la situación actual, esta suele ser solo la gota que derrama el vaso.
¿Cómo hacer una orquestación asertiva de las emociones, a modo de prevención de momentos de desborde? ¿Cómo llenar nuestra cuenta emocional de bienestar?
Lo primero es reconocer y aceptar que no hay emociones buenas o malas, todas son información. Son parte de la experiencia de convivencia humana, todas son válidas. Tenemos derecho a experimentarlas, sabiendo que cada uno es diferente, lo que a uno le causa alegría o enojo varia de persona a persona. Inclusive trasciende conceptos morales.
Reprimir, callar, controlar, irse, gritar… no funciona para gestionar emociones, son soluciones instantáneas, muy efímeras, que han sido transmitidas de generación en generación; expresiones del tipo ¨No tienes que llorar por eso¨, ¨Calladita/o te ves más bonita/o¨ han retrasado el desarrollo nuestras habilidades de autogestión. La base de una buena gestión emocional es la comunicación asertiva y afectiva, primero con uno mismo, luego con los demás.
Ahora, para fijar un punto de partida hacia una mejor versión como orquestadores y gestores de nuestros propios procesos emocionales, propongo un ejercicio sencillo: En el momento en que las emociones parecen generar la sensación de que estamos actuando con reactividad, podemos repetir esta frase en voz alta:
Lo siento, perdóname, te amo, gracias. Se lo dice cada uno a si mismo/a reconociendo y aceptando que, hasta este momento, hemos hecho lo mejor posible con los aprendizajes adquiridos y desarrollados. Pero, nos comprometemos a mejorar integralmente.
Acciones puntuales que podemos tomar para iniciar una orquestación consciente de nuestras emociones.
Es probable que hayamos estado en contacto con esta información, por eso la invitación es a tomar la determinación de llevarla a la práctica de forma constante y enfocada. Integrar un hábito toma un mínimo de 21 días ininterrumpidos de repetición, pero es seguro que nuestro bienestar vale el esfuerzo.
Tomar responsabilidad de lo que pasa. Nadie nos hace nada. Todo es una respuesta a lo que hay en el interior de cada cual. Por eso, disminuir las quejas, las justificaciones, las culpas, y ante cualquier situación, preguntarse: ¿Qué puedo hacer yo con esto?, ¿Para qué me sirve esto que está pasando? Preguntárselo hasta encontrar una respuesta positiva, que lleve a una acción positiva.
Identificar el propio lenguaje del amor y expresarse amor a si misma/o. Hacer lo mismo con los seres queridos. No hay que esperar fechas especiales, hoy es una fecha especial porque estamos vivos.
Buscar una actividad que apoye la recreación positiva. Aclaro, entretenimiento no es recreación. El entretenimiento es vano, la recreación fomenta algunos talentos, nutre la autoestima. ¿Cuáles talentos tienes? Ponlos en práctica. ¡Hagamos más de las cosas que nos gustan!
Escuchar música con mensajes positivos, alegres, o mejor aún, instrumental. La música es increíblemente poderosa para registrar mensajes en el cerebro, si se pasa mucho tiempo escuchando música de “maldeamores” pues efectivamente el “maldeamores” será normal en la vida, y todo a causa de la repetición. El cerebro aprende por repetición.
Prestar atención al cuerpo, alimentarse bien, ejercitarse, bailar, descansar, abrazarse, sonreírse frente al espejo, cuidarse, como se cuida a alguien muy importante, respirar conscientemente.
Tomar un tiempo cada semana, o cada día, para reflexionar sobre cómo nos sentimos en diferentes momentos, ¿qué cosas detonaron algunas emociones?, ¿cómo podemos reinterpretar lo que pasó para darle el significado que funcione mejor?, observar las reacciones que tenemos, asumir responsabilidad. Recordando siempre que es imposible hacerte responsable por alguien más, cada persona tiene esa tarea consigo mismo.
Recordar que se está en un proceso de aprendizaje. No somos expertos, por eso cada uno se debe paciencia. No Se trata de ser mediocre, sino de tratarse con amabilidad mientras se aprende.
Escribir sobre los sueños. Sacar unos minutos al día para visualizarlos y agradecerlos, aunque aún no estén sucediendo.
Cultivar intencionalmente, relaciones positivas con personas con las que intercambiemos valor.
Evitar noticieros antes de ir a la cama. Lo que dicen suele ser exagerado, el mundo no esta tan mal como lo pintan. Recordemos que son noticias. Así que mejor ponemos una musiquita buena o vemos algo bonito.
Así como nos hacemos chequeos médicos cada año, es importante ir a un especialista de la salud mental y emocional, para eso no hay que estar loco, o tener problemas, solo hay que ser humano y estar vivo, conviviendo con otros humanos. La salud emocional es la base de la salud física.
¿Qué podemos hacer en el aula?
Daniel Goleman dice: ¨La tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales del niño y dificultar así su capacidad de aprendizaje¨.
Recordemos que no somos las/os psicólogas/os, nuestra misión es crear el ambiente más propicio para el aprendizaje de los niños y niñas, en este sentido propiciamos su salud emocional, su bienestar, reconociendo el límite en el que es momento de hacer un referimiento oportuno, aclarado eso, estas acciones nos pueden ser utilidad:
Promover expresiones de amor, hacer que los niños y niñas se abracen, no solo cuando pelean, que lo hagan constantemente. Que utilicen palabras de afirmación positiva.
Reconocer sus talentos y crea momentos en los que puedan expresarlos y colaborar a través de ellos.
Practicar el interés genuino por los niños. Preguntar ¿cómo te sientes?, en lugar de ¿cómo estás?, cuando respondan, preguntarles que les ha hecho sentir así, y si la respuesta no es alentadora, preguntar qué pueden hacer para sentirse diferente. Promover la responsabilidad personal.
Practicar la gratitud en todo. Se puede, por. ej. colocar un mural de gratitud que se cambie cada cierto tiempo. ¿Por qué estamos agradecidos?
Enfocarse en resaltar las buenas acciones. Ser detectives de lo bueno, de la generosidad, y lo anunciaremos como una buena noticia.
Ambientar el salón con música permanente, que sea casi inaudible, para que no interfiera, pero que esté sonando, eso tiene un efecto muy positivo.
Aromatizar el salón con olores que ayuden a la calma.
Incluir en la rutina diaria, momentos de respiración y sonrisa consciente.
Mirar a los niños y niñas a los ojos, por lo menos una vez al día, como modo de decirles “estoy presente para ti, te noto, te veo”.
Tener una conversación de 5 minutos, con cada niña y niño, por lo menos 1 vez a la semana. Escucharlos, preguntarles por cosas importantes para ellos.
¿Qué hacer en los momentos de crisis, de conflicto, de tensión emocional?
Dar gracias por este momento. Aunque no lo entendamos.
Respirar profundo. Hacer silencio por unos segundos.
Preguntar ¿qué pasa? Escuchar 1 a 1 a los involucrados, incluyéndonos. Todos los puntos de vista son válidos.
Preguntar cómo se sienten. No juzgar ninguna respuesta. Validar esos sentimientos, diciendo por ej.: “es válido que te sientas así”.
Guiar la conversación hacia la pregunta: ¿Qué podemos hacer para sentirnos diferente? Escuchar las respuestas, y procurar que cada uno diga algo que entra en su responsabilidad, no en lo que otro haga.
Discutir sobre: ¿Para qué nos sirve esto que acabamos de vivir? Insistir en la pregunta hasta que todos tengan una respuesta positiva.
Definir ¿Cómo podemos resolver esta situación? Que todos tomen responsabilidad y ejecuten alguna acción.
No hay que obligar ni a los niños, ni a nadie, a darse abrazos. Terminar preguntando: ¿Cómo podemos evitar situaciones de este tipo? Que quede como un acuerdo mutuo.
Orquestar las emociones es ocuparse conscientemente de mantenerse sano en todos los aspectos. Así en los momentos de crisis, de tensión o de presión, tenemos mayor probabilidad de responder asertivamente a lo que sucede. podemos gestionar las emociones a favor del crecimiento, del bienestar propio y común. Orquestarlas en el aula es crear un espacio enriquecido, de forma voluntaria y consciente que propicie el bienestar de los niños y niñas.
En lo que nos enfocamos, tendremos resultados. Como en todo, para lograr ser buenos orquestadores y gestionar asertivamente las emociones, es imperante practicar, hasta que el bienestar integral sea una constante en el día a día y en el salón de clases. No hay que hacerlo todo a la vez, se pueden ir integrando hábitos poco a poco, hasta lograr el objetivo.
Que nuestra vida sea nuestra obra maestra, y que nuestros salones de clase sean espacios que provoquen que los niños y niñas puedan hacer lo mismo con las suyas.
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